¿Cómo se construye la conducta adictiva a nivel cerebral?

Si tuviéramos que describir al cerebro, podríamos compararlo con una computadora super compleja, pero en vez de los circuitos eléctricos de chips, hablamos de miles de millones de células llamadas neuronas que se conectan entre sí a través de señales. Para enviar un mensaje, la neurona libera un neurotransmisor.

La dopamina es popularmente conocida como el “neurotransmisor del placer”. ¿Por qué? Porque cada vez que experimentamos algo placentero (comer un trozo de chocolate, compartir tiempo con un amigo, hasta un like en Instagram), una ráfaga de dopamina envía la señal de que está sucediendo algo importante o útil y es necesario recordarlo. Al hacer ejercicio, escuchar música, tener relaciones sexuales, es la dopamina la encargada de transmitir a nuestro cerebro que esta conducta es beneficiosa para nosotros, con el objetivo de que interiorice esta sensación para repetirla y crear así un hábito.

Dicho esto, la dopamina es beneficiosa para nuestro cuerpo y, en cierta medida, es la encargada de que sigamos haciendo las cosas que nos gustan. Pero, ¿qué sucede con el exceso de dopamina que generan las drogas en nuestro cerebro?

Al consumir ciertas drogas, éstas generan oleadas de dopamina mucho más grandes que las ráfagas que se producen naturalmente cuando comemos o tocamos música, por ejemplo. Para el cerebro, la diferencia entre las recompensas normales y las recompensas de las drogas se puede comparar con la diferencia entre alguien que susurra algo al oído y alguien que grita en un micrófono. ¿Y qué sucede cuando nos acostumbramos a los gritos? Ya no escuchamos cuando nos hablan bajo. De esta manera, cuando una persona consume de forma continua una droga, hay una sobreestimulación de las neuronas, el sistema de recompensa se ve afectado y los estímulos cotidianos empiezan a perder efecto. Esto provoca que las actividades diarias que nos daban placer ya no generen sensaciones tan intensas y la motivación para realizarlas vaya disminuyendo hasta desaparecer.
Esto explica por qué cuando una persona desarrolla una adicción, empieza a sentirse desganada, apagada, deprimida, sin motivación para hacer aquello que anteriormente le producía placer. A esa altura, lo único que le genera esa sensación es la droga, lo que empeora ya que con el tiempo genera tolerancia y tendrá que aumentar la dosis para volver a sentir la misma euforia intensa.

En conclusión, cuando una persona desarrolla una adicción, la dopamina se vuelve tan potente que genera que todo eso que produce sensación de placer, quede fijado en su memoria, de modo tal que el más mínimo estímulo puede generar en los adictos un deseo irrefrenable de seguir consumiendo. Esto sucede, por ejemplo, al encender un cigarrillo cerca de una persona adicta al tabaco. El simple olor puede llevar a la persona a no poder controlar las ganas de fumar.
Aún más. Al crearse una asociación entre el consumo de sustancias y las circunstancias que rodeaban a dicho consumo, la exposición a esos factores puede desencadenar el deseo de consumir, aun si la droga no está disponible. Este reflejo aprendido puede durar mucho tiempo, incluso en quienes que no hayan consumido en muchos años. Por ejemplo, personas que llevan diez años en la abstinencia pueden experimentar deseos intensos de hacerlo cuando vuelven a un vecindario o a una casa donde han consumido en el pasado. Al igual que andar en bicicleta, el cerebro recuerda.

¿Es posible tratar con éxito la adicción?

El cerebro tiene memoria. No podemos hacer que olvide para siempre, pero si podemos modificar conductas adquiridas y reeducarlo. Entonces la respuesta a nuestra pregunta es afirmativa. ¡Sí! La adicción es un trastorno tratable.

En CT Vallès ofrecemos tratamientos específicos para las adicciones, con terapias adaptadas a cada paciente que ayudan a modificar comportamientos para dejar de consumir drogas y retomar una vida productiva. Adquirir nuevos hábitos y recuperar el control de tu vida es posible.

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